¿Es el etiquetado de alimentos transgénicos el nuevo termómetro de confianza?

El futuro del etiquetado no es una etiqueta: es una ventana abierta a la transparencia, la trazabilidad y la confianza del consumidor. ¿Está tu marca lista para ser parte de esa conversación?

¿Es el etiquetado de alimentos transgénicos el nuevo termómetro de confianza?
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Hay algo fascinante —y al mismo tiempo urgente— cuando hablamos del etiquetado de alimentos transgénicos. No se trata solo de una etiqueta, ni de una discusión técnica entre biotecnólogos y reguladores. Estamos frente a una conversación ética, comercial, social y profundamente estratégica.

Porque en un mundo donde pedimos a gritos más transparencia, ¿cómo puede una industria avanzar sin mostrarse tal como es?

El problema no es la tecnología. Es la desconfianza.

Durante décadas, la ingeniería genética ha sido presentada como la promesa para combatir plagas, aumentar la productividad agrícola y enfrentar el cambio climático. Y sí, sus avances son reales. Pero eso no basta. Porque lo que determina la aceptación social de una tecnología no es solo su eficiencia, sino la confianza que genera en quienes la consumen.

Y ahí es donde el etiquetado se vuelve protagonista. Etiquetar no es solo informar. Es construir un puente entre la industria y el consumidor. Un puente que, en muchos países de América Latina, todavía está incompleto o directamente ausente.


¿Y por qué importa tanto?

Porque el etiquetado toca una fibra que va más allá del contenido del producto.
Toca la libertad de elección.

Cuando un consumidor ve una etiqueta clara, puede decidir. Puede investigar. Puede elegir en función de su salud, de sus valores o incluso de sus emociones. Pero cuando no sabe lo que hay dentro, todo ese poder desaparece.

Y esa pérdida, en un mundo donde la información es poder, es inaceptable.


Radiografía de la región: un mapa fragmentado

Hoy, América Latina es un mosaico regulatorio:

  • Brasil exige desde 2003 el etiquetado con un símbolo claro.
  • Perú prohíbe el cultivo de OGM, pero enfrenta problemas con el control de procesados.
  • México tiene normativa, pero sin implementación real ni homogénea.

¿El resultado? Confusión, desigualdad entre empresas, y consumidores desinformados.
¿La consecuencia más grave? Pérdida de confianza.


¿Podemos etiquetar sin trazar?

No. Sería como querer contar una historia sin saber cómo empieza.
La trazabilidad es el alma del etiquetado.

Seguir la huella de un alimento desde la semilla hasta el anaquel implica integrar tecnología, procesos, personas y voluntad política. Pero hoy enfrentamos obstáculos reales:

  • Sistemas desconectados entre productores, procesadores y distribuidores.
  • Dificultades de acceso para PYMEs.
  • Laboratorios con capacidades limitadas.
  • Falta de inversión en interoperabilidad.

Pero también tenemos las soluciones al alcance: blockchain, códigos QR, etiquetas electrónicas, pruebas portátiles para detección de OGM.


Y acá viene la gran reflexión: ¿estamos eligiendo no ver?

Porque muchas veces, la falta de etiquetado no es un error, sino una decisión.
Una decisión basada en miedo, desconocimiento o comodidad.

Pero en un mercado cada vez más exigente, donde el consumidor quiere saber, quiere elegir, y quiere confiar, la transparencia no es un lujo. Es una estrategia de supervivencia.


¿Qué pueden hacer las empresas hoy?

Acá van algunos tips y recomendaciones prácticas:

  1. Diseñá con propósito: pensá el etiquetado como parte de tu propuesta de valor, no como un trámite legal.
  2. Invertí en trazabilidad digital: incluso si la regulación aún no te obliga. Va a llegar. Y quien se adelante, lidera.
  3. Educá al consumidor: los transgénicos no tienen por qué ser vistos como villanos, pero la clave está en comunicar desde la ciencia, no desde el marketing vacío.
  4. Segmentá con inteligencia: no todos los públicos tienen el mismo nivel de rechazo o aceptación. Conocelos. Escuchalos.
  5. Adaptate al mercado global: si querés exportar, necesitás hablar el idioma de la regulación internacional. UE, EE. UU., Asia... todos avanzan en transparencia.

El futuro no es una etiqueta. Es una narrativa completa.

Una narrativa que cuenta cómo se produce, quién lo hace, con qué valores, y para quién.
Una narrativa donde el etiquetado deja de ser un sticker para convertirse en una ventana a la cadena de valor completa.

Y es ahí donde Latinoamérica tiene una oportunidad única: liderar con transparencia, no esperar a ser empujada por las crisis o las sanciones comerciales.


Porque la gran pregunta no es si debemos etiquetar.

La pregunta es: ¿cómo queremos que nos recuerde el consumidor?
¿Como industrias opacas que escondieron información o como pioneros que entendieron que en la era de la verdad, mostrar es confiar?

El momento de decidir es ahora.